DIVAGACIONES SOBRE MIS OCHENTA Y DOS AÑOS.

Nací en el año 31, del siglo pasado, coincidiendo, a escasos días con advenimiento de la República. El Cacique-Alcalde, entonces Republicano, no tardó en adoptarme como el "niño del naciente acontecimiento".
Y sin apenas enterarme, entre llantos, biberones y niñeras, me vi abocado, entonces ya enterándome, a ser un "niño de la guerra". Huyendo de las bombas y de los cadáveres en las calles y cunetas, mi padre pudo refugiarnos en una Aldea de la comarca. Durante tres años mis ojos de niños contemplaron la inmensidad de los campos sin sembrar, ni, por supuesto, segar y empleábamos la redondez de las eras para nuestros juegos de niños, mientras las trillas, grandes superficies de madera, con piedras de pedernal clavadas en uno de sus lados, dormían su ociosidad en la orilla. Ya en los meses finales, las usamos alguna vez, tiradas por una mula, para desparvar nuestras escasas cosechas.
Y de pronto dijeron que había estallado la Paz, aunque muchos no lo entendieron así y el mismo Alcalde de hace años, ahora ya no tan republicano, me convirtió, nos convirtió, en niños de la represión y otra vez a emigrar, a la búsqueda de tierras menos hostiles. Y ubicados en otro pueblo, en el que, como en todos en aquellos años, los niños tenían que ser de azul, si querían participar en cualquier tipo de juego colectivo, pasé a ser niño de azul; eso si, sin perder mi alegría y con ella mi afán por comunicarme. Llené mis ojos de cuadrillas de segadores, con sus hoces al cinto y sus cinturas de cuerdas, con luego ataban la gavillas segadas para que las recogieran los carros que las seguían. Gavillas que luego vi trilladas, con los gañanes erectos sobre la trillas, para luego ser aventadas y separar el trigo de la paja.
Más tarde los segadores fueron sustituidos por cosecha doras que, en cierto modo, ya lo hacían todo, por si solas y conforme el progreso iba desterrando viejas costumbres, que eran arcaicas, pero que tenían encanto, yo fui pasando de niño de la represión al del estraperlo y el "haiga"; al del internado y a la tuberculosis, al de la enfermedad física, pero nunca mental, ya que si bien las costumbres iban perdiendo encantos, nada de lo que ocurría a mi alrededor parecía afectar a mis mejores esencias. Yo seguía siendo, mas serio en mis apreciaciones, pero igual de optimista en mis conceptos de la vida.
Superé enfermedades y operaciones, despidos improcedentes e injusticias, pero nunca dejé de creer en mí y en mis fuerzas. Me casé, tuve hijos y ahora tengo nietos. Mi mujer, en una Residencia, sufre de Parkinson y Demencia y yo la visito cada día...nada de esto parecía afectarme mentalmente, pero ha sido pasar el límite de los ochenta y dos y no se si es la psicosis de haberlos pasado o el temer de no rebasarlos, el caso es que empiezo a sentir sensaciones para mi totalmente inéditas. Ya veremos.

Pues jamás debes pensar que ese cambio te afecta, es un otro paso; nuestro cuerpo por fuera se descuelga y por dentro tambien, pero nuestra mente se fortalece, es por eso por lo que de pronto pensamos que algo nos pasa, pero no es más que nuestra mente se esta agudizando y se dá cuenta de cosas que antes no notaba. Nuestro cuerpo se va amoldando a las enfermedades que llegan en fila india y nuestro estomago, a cuantas pastillas les caen durante años a montoncitos de ocho en ocho horas, pero cada vez nuestra mano sostine mejor el baston que nos ayuda, y nuestro cuerpo necesita un poco más de descanso. Pero nada más Enrique querido amigo.
ResponderEliminarComo Anónimo que eres no se cual es tu experiencia, pero, sin duda, a mi personlmente me va a venir muy bien. No te quepa duda de que la aplicaré, incluida la forma de tomarme las "pastillitas" y ¡no digamos nada del bastón!. Un abrazo
Eliminarquerido enrique, los cambios se producen a todas las edades, creo que va por décadas, lo único importante es saber amoldarse a los nuevos periodos y encontrar en cada uno de ellos lo mejor que en ese momento la vida nos dé. Para ese final en el que inexorablemente partimos en soledad, para ese final hay que prepararse a lo largo de la vida, pues no sabes nunca cuando llegará y ese será el mismo acto que el de nacer, llegar a un nuevo mundo y volver a empezar. En cada tramo de esas existencias nos llevaremos la mejor de las energías para el siguiente tramo en el que esa energía vuelva a fluir. Sé feliz, vive feliz, que nunca te abandone la sonrisa ni las ganas de seguir escribiendo, ni ese poder que tienes para hacer que con tus cosas el mundo sea un poquito mejor. Un besote.
ResponderEliminarSin duda voy a taner que hablando de mis "tristezas" para que así, mis amigas, me digan cosas tan bonitas como las que has escrito...me voy a hacer un adipto de las nostalgías, si los ánimos son siempre de este calibre. Un beso
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