LA CAPITÁN, EL CORONEL Y EL MACHISMO QUE NO CESA.

Esto está en los periódicos, como están las
consecuencias que desde entonces viene sufriendo la citada militar, frenada en
su carrera porque la cúpula del alto mando, en una venganza tan ruin como
machista, no deja de poner "palos" en las ruedas de sus posibles
ascensos. De nada han valido reclamaciones ni recursos, quienes mandan son los
de siempre y estos no entienden de innovaciones, para ellos el
"macho" es el macho y lo demás es escoria de usar y tirar. Parece, a
todas luces probado, que la doctrina Rouco no solo se imparte en la iglesia, si
no que también se ha implantado en otros estamentos. Aunque lo que se refiere
en concreto a lo militar, el machismo y la intolerancia siempre estuvieron ahí.
Yo hice el viejo servicio militar y a pesar de lo
que me pasó después, que no viene al caso comentar, hay dos hechos que me
autorizan a reprochar su machismo y su intolerancia. Me tocó, en mi batería, un
Teniente que era un dechado de virtudes; recién salido de la Academia, su trato
era esquisto y nunca, en el tiempo que estuve a sus órdenes, tuvo un mal gesto
para ninguno de nosotros...pero, ¡siempre tiene que haber un pero!, su
"taco" más usado era Jolines. Sus compañeros, más que nadie en el
cuartel, se empeñaron en hacerle la vida imposible, hasta convertirle en un
hombre de tan mal hablado, grosero. Lo pagaron los componentes de la quinta que
precedió a la mía, que conocieron a un Teniente que no era mi Teniente.
En otra ocasión, uno de los entonces llamados
Sargentos "chusqueros" se me presentó poco menos que llorando: su
mujer había dado a luz y andaba escaso, muy escaso de dinero; a mí con lo que
me mandaba mi padre, me sobraba. Le di cincuenta de las antiguas pesetas. A los
pocos días, una noche, me hizo llevar a su despacho el Coronel Ponce de León,
el mando más alto de la Batería, quien acompañado de otros oficiales, el
Capitán y el Teniente citado, me recrimina ron lo que había hecho, me
amenazaron con posibles castigos y me aseguraron que, desde luego, el Sargento
o bien sería expulsado o arrestado un tiempo en uno de los
"castillos" que es como llamaban a sus prisiones militares, ya
que eso era lo imponía el Código de la Disciplina Militar. No voy a citar todo
lo que hablamos, ni se como conseguí,tampoco, hablar con personas, no con militares,
solo diré que fueron muchas las horas y que al final, ya con las luces del
alba, el Coronel me entregó de su propio bolsillo las cincuenta pesetas;
castigó con un simbólico arresto al Sargento...y allí no paso nada.

¡Ah! Y que conste, no tengo nada contra ellos,
los militares, solo me caen mal, muy mal, como cualquier otro estamento, cuando
sacan a relucir sus atributos varoniles, anteponiéndolos por encima de
cualquier otra razón, más acorde con lo tiempos en que vivimos...¡Que se
olviden de que son tan Machos y se acuerden un poco más de que son personas!
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