LOS JUECES. LOS DE AYER Y LOS DE HOY.

Antes, me estoy refiriendo a los meses anteriores a la "guerra", el Juez era toda una institución en el pueblo y no había festejo, ya fuera eclesiástico o ferial, en el que Su Señoría no estuviera representa do. En los años posteriores a la contienda, ¡mejor es que ni tan siquiera hubieran existido! La escasez de efectivos, por muerte o represión, llevó a las autoridades de entonces a improvisar un cuerpo jurídico, con el único objetivo de dar a ciertas ejecuciones un "barniz" de legalidad que, por supuesto, se basaba en las leyes represivas que ellos mismos habían creado. No fueron unos "remedos" jurídicos de los que puedan sentirse orgullosos, ni los que crearon las leyes, ni los que al fin las ejecutaron.
Hubo en un pueblo uno de estos "Jueces" que se casó con una rica heredera y decidió quedarse a vivir en el lugar. Nunca gozó de respeto alguno, aunque tampoco le hiciera falta, por los capitales que atesoraba. Un día, bastantes años después, en su casa se declaró un incendio; cuando la gente que acudía a ayudar, se enteraba de donde era, decía: "Dejar que arda y ojala que el Juez esté dentro".
Con los años, las cosas, algunas, se fueron "serenando", de las Universidades volvieron a salir Jueces, estos de "carrera" y sus ejecutorias estuvieron más en consonancia con la figura que siempre habían representado, aunque hubiera casos tan grotescos como para causar risa, sin dejar, por ello, de ser actos jurídicos. En otro pueblo, ya en los años cincuenta, lógicamente del siglo pasado, un padre, ofendido porque sorprendió a un mozo besando a su hija, se empeñó en denunciarlo ante el Juez, a pesar de las advertencias en contra del mismo. Se celebró el juicio y, con la Ley, en la mano, el mozo "besucón" fue condenado a pagar cincuenta pesetas. Ya en la calle dijo el Juez al ofendido padre: "quizás, sin saberlo, acaba usted de poner precio a los besos de su hija. Al cabo del tiempo los jóvenes protagonistas de casaron y todos tan felices.

Ahora bien, tampoco deja de ser evidente que muchos de los Jueces que hoy pululan por este País están perdiendo el respeto que por sus cargos debieran de corresponderles. Su adscripción a los grupos políticos, de una o de otra tendencia, les están llevando a perder la que debiera ser su intocable imparcialidad y así tenemos casos, actuales, hirientes para la Sociedad, que están a punto de perderse en el limbo del olvido, por las presiones de los mandos imperantes.
¡Ah! Y que conste, creo que los hombres y las mujeres deben de ser libres para tener sus ideas, sean las que fueren, pero colgar estas en la percha, a la hora de vestir sus togas.
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